LA
CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL. LA RESTAURACIÓN.
1. EL REINADO DE ALFONSO XII: EL SISTEMA
CANOVISTA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1876:
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En 1874, en plena crisis de la I República, el general Pavía entró en las Cortes y las divolvió (enero de 1874). Aunque se mantuvo nomialmente la República, se
nombró un gobierno militar autoritario
presidido por Serrano que se mantendría en el poder hasta diciembre de 1874. De forma simultánea,
Antonio Cánovas del Castillo (político conservador) conseguía el apoyo de las
élites, la clase media y el ejército hacia su propuesta de restauración de la
monarquía borbónica, en la persona de
Alfonso (hijo de Isabel II). De hecho el 1 de diciembre de 1874, el futuro
Alfonso XII, firmaba el Manifiesto deSandhurst (escrito por Cánovas del Castillo), en el que se hacía una
declaración de intenciones sobre el régimen que se pretendía restaurar: se
asentaba en la monarquía como base del sistema, un ejército subordinado al
papel civil y un nuevo sistema de partidos, que creasen un muro de contención
frente a los radicalismos republicano y carlista. Pero los militares se
adelantaron una vez más y el desencadenante de la Restauración fue un nuevo pronunciamiento militar, liderado por Martínez Campos. De esta manera, en
enero de 1875 se iniciaba el reinado de Alfonso XII.
LAS BASES DE LA RESTAURACIÓN:
La monarquía: era la médula espinal del estado
español. Regulaba los tres poderes del estado como moderadora y directora de la
vida política.
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La soberanía era compartida: rey – cortes.
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Aumentaron las
prerrogativas del monarca, según la tradición moderada: mantenía el poder
ejecutivo, nombraba y separaba ministros, convocaba y disolvía las Cortes,
sancionaba y promulgaba leyes…
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En cambio se
limitó el poder las Cortes que eran bicamerales: Senado elegido por el rey
(magnates de la nobleza, clero…) y Congreso electivo (aunque el derecho de
sufragio se dejaba pendiente para posteriores leyes orgánicas, al no precisar
el sistema de votación)
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En
el aspecto religioso, se mantuvo la confesionalidad católica del estado
(mantenimiento de su culto), pero se introducía la libertad religiosa, aunque
limitada a las manifestaciones privadas.
El sistema de partidos: Cánovas,
admirador del modelo inglés de alternancia pacífica de partidos, no previó el
número de partidos, pero acabó imponiéndose un sistema bipartidista, similar al
británico: partido conservador y liberal. Ambos, tenían una considerable
indefinición ideológica. En términos generales:
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Partido Conservador: liderado por Cánovas. Eran defensores
del orden social y público, de la propiedad y de los valores establecidos por
la Iglesia. Sus bases sociales eran la Burguesía financiera y latifundista, la
aristocracia y la jerarquía católica.
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Partido Liberal: liderado
por Sagasta. Están más cerca del progresismo, abogando por reformas sociales, educación
y un cierto laicismo. Sus bases sociales son la Burguesía industrial y
comercial, profesiones liberales y funcionarios, más clases medias.
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Al margen del sistema: estaban los movimientos de base
obrerista (anarquistas y socialistas).
El turnismo y la práctica del fraude electoral: Se instauró un acuerdo tácito de que los dos partidos que apoyaban la monarquía de Alfonso
XII se turnaran en el poder, mediante la manipulación
del proceso electoral, que permite hablar de la existencia de una
democracia formal o un sistema liberal sin
democracia.
El sistema de turno seguía estos pasos:
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Cuando
se advertía cierto desgaste en el gobierno, el rey llamaba a gobernar al que se
encontraba en la oposición entregándole el decreto de suspensión de las Cortes.
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El
partido del gobierno convocaba nuevas elecciones, que se manipulaban para que
obtuviese un parlamento que respaldase su acción de gobierno.
Los dos
partidos del turno tenían su propia red organizada, para asegurarse los resultados electorales que les permitieran
gobernar sin problemas:
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Desde
Madrid la minoría política dirigente (ministros, senadores, diputados)
Transmitían las instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia.
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Los
gobernadores civiles elaboraban la lista de los candidatos que habían de salir
elegidos en cada localidad (encasillados) y daban, para ello, las instrucciones
necesarias a los caciques locales.
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Los caciques
locales (personalidades de la localidad o comarca con poder e influencias, bien
por su riqueza económica, bien por su prestigio o sus contactos) podían
controlar a mucha gente que dependía de ellos (para conseguir un trabajo, para
obtener una licencia, para una recomendación o para no despertar su enemistad)
y encaminar los resultados electorales según le conviniera. Si esto no
funcionaba se aplicaban otros procedimientos de lo más variopinto como el
pucherazo (retirada de las urnas por la policía antes del recuento, cambio de
urnas, añadido de votos falsos…).
LA SUCESIÓN DE
LOS GOBIERNOS:
El
dominio del partido conservador (1876 – 1881) (1884 – 85): se pusieron en marcha medidas de signo conservador (ley electoral
restrictiva, control de la libertad de expresión y cátedra, aplicación del Concordato…). También se puso fin a
la guerra carlista (1876) suprimiéndose los fueros vascos y navarros y se
puso fin a la guerra de Cuba, con victoria española en 1878 (concediéndole
cierta autonomía a la isla)
El gobierno liberal (1881 – 83): aprobó la libertad de imprenta, amplió el derecho
de sufragio y modernizó el ejército y la marina.
2. LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO Y EL TURNO
DE PARTIDOS. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA. REGIONALISMO Y NACIONALISMO
La Regencia de
María Cristina de Habsburgo (1885 – 1902) y el turno de partidos:
La prematura muerte de Alfonso XII en 1885 abrió el
período de la Regencia de María Cristina
de Habsburgo (1885-1902) hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. El
sistema aún no estaba consolidado y por ello tras la muerte del rey, Cánovas y
Sagasta reafirmaron, en el denominado Pacto del Pardo (1885), el funcionamiento
del sistema de turno.
En el denominado "gobierno largo" de Sagasta (1885-1890) se aprobaron
diversas medidas de reforma política:
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La ley de asociaciones de 1887: legalizó los sindicatos y partidos
obreros (así nació la UGT y el PSOE) y reguló la presencia pública de las
órdenes religiosas
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La ley del jurado de 1889: suprimió la censura previa e impidió
que la jurisdicción militar actuara en delitos de difamación o calumnia.
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El nuevo código civil de 1889 y de
comercio: mejoró el
funcionamiento del estado liberal y colocó una última pieza en el asentamiento
del orden social burgués.
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La ley de sufragio universal de 1890: permitió integrar en el sistema a
los republicanos posibilistas de Castelar, aunque el funcionamiento del fraude
electoral dejó vacía de contenido esta ley.
La vuelta de los conservadores (1890 -92): trajo consigo la adopción de medidas
proteccionistas (Ley de Aranceles) para proteger la industria nacional.
Gobierno liberal (1892 – 95): lo más destacado fue el proyecto de reforma de la
administración de Cuba, que acabó fracasando, lo que acabó desencadenando la
guerra de Cuba (1895). Los conservadores volvieron al poder en 1895, hasta
que el asesinato de Cánovas (1897) abrió el paso a un nuevo gobierno liberal
(1897 – 99), que tuvo que gestionar la guerra de cubana que terminó con la
independencia de la isla y Puerto Rico (además de Filipinas).
La oposición al sistema:
El régimen de la Restauración, basado en la
alternancia de los dos grandes partidos, marginó a amplios sectores políticos y
sociales – carlismo, republicanismo, movimiento obrero y nacionalismo).
Carlismo: la derrota de Carlos VII en 1876
cerró la etapa de confrontación armada con el poder, abriéndose la vía
política. De todas formas, el movimiento estaba dividido, convirtiéndose en un
movimiento marginal, salvo en Navarra y País
Vasco.
Republicanismo: con su proyecto
basado en el sufragio universal, el laicismo y la fe en el progreso, (apoyado
en la educación y la ciencia), mantuvo su influencia entre sectores
industriales de la clase media y los obreros. Sin embargo, políticamente se
dividió en varias tendencias (posibilistas, centralistas, federales).
Movimiento
obrero: en España, estaba dividido en dos tendencias:
- Marxistas: representados en el PSOE, fundado en
1879. Nació como un partido, obrero y revolucionario. Ya en el SXX evolucionó
hacia posturas socialdemócratas reformistas.
- Anarquistas: propugnaban la igualdad social y la
abolición del Estado y de cualquier tipo de autoridad, sustituida por
asociaciones libres de trabajadores. Aparecían agrupados en la Federación de
Trabajadores de la Región Española (1881).
El movimiento obrero sufrió una fase de
decadencia al principio de la Restauración, del que se recuperó gracias a la
legalización de las organizaciones obreras (Ley de Asociaciones 1887). De todas
formas durante este periodo no hubo ningún representante de la clase obrera en
las Cortes a causa del falseamiento electoral, el abstencionismo político de
los anarquistas y el radicalismo del PSOE, que rechazó alianzas electorales con
los republicanos a los que consideraba reformistas burgueses.
Regionalismo y nacionalismo: Los movimientos
nacionalistas periféricos, sobre todo en Cataluña y País Vasco, surgieron como
respuesta al proceso de centralización política y de uniformidad cultural
impulsado por la Restauración. En un principio estos nacionalismos se apoyaron
en las clases medias y populares, pero
posteriormente las burguesías dirigentes de estos territorios lo utilizaron
como instrumento político para obtener ventajas económicas:
- El
catalanismo: desde el
principio fue un movimiento autonomista y democrático. Sus ideólogos fueron
Valentín Almirall y Enrique Prat de la Riba, fundadores de la Unió Catalanista
(1892), cuyo programa político plasmado en Las Bases de Manresa, proponía una Cataluña liberal y moderada con
Parlamento propio y el catalán como lengua
oficial.
- El
nacionalismo vasco: surgió
en la defensa de una etnia vasca, en peligro, según Sabino Arana, fundador del
Partido Nacionalista Vasco en 1895. Dicho peligro provenía de la supresión de
los fueros (1876) y la llegada masiva de inmigrantes, debido a la
industrialización vasca. El PNV, en su origen tenía una ideología antiliberal,
de base racista y ultracatólica, que proponía una Euskadi independiente,
católica y tradicional (agraria), bajo el lema Dios y Leyes viejas.
Mucho
más débiles fueron los regionalismos andaluz, gallego y valenciano.
3. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898:
La guerra de los
Diez Años en Cuba (1868 – 1878):
Supuso el primer conato de independencia de
la isla, que coincidió temporalmente con el Sexenio Democrático, la Monarquía
de Amadeo de Saboya y no se finalizó hasta los primeros tiempos de la
Restauración. En principio los pequeños y medianos propietarios de tierras y la
clase media en general, solo aspiraban a una mayor autonomía que les permitiera
adoptar decisiones acordes a sus intereses. Pero la insensibilidad española
ante sus peticiones empujó a este sector hacia el independentismo. Ante esta
situación, la salida fue la guerra que se prolongaría ante la ausencia de una
salida negociada por parte de España, y el apoyo de EEUU a los independentistas
(ya que sus inversiones en el sector azucarero cubano le hacían aspirar al
control directo de la isla, sin el estorbo de España). Finalmente la ofensiva
española con el liderazgo de Martínez Campos, puso fin al conflicto. Por la Paz
de El Zanjón (1878) se concedió cierta autonomía a la isla.
De la guerra de
Cuba a la guerra con EEUU (1895 – 1898):
La crisis del 98:
Los políticos españoles no eran
proclives a aumentar la autonomía de Cuba, lo que hizo que los cubanos
radicalizasen sus planteamientos y avanzasen en la idea de una ruptura de
España. En 1895 estalló la revuelta bajo la dirección de José Martí (dirigente
e ideólogo del Partido Revolucionario Cubano), y los generales Maceo y Gómez.
La contienda por parte de los españoles fue dirigida por Martínez Campos,
sustituido luego por el generla Weyler, partidario de la línea dura (victoria militar sin negociaciones). Pero
la clave de la guerra fue la intervención de EEUU, con el pretexto defender los
intereses económicos norteamericanos en el negocio azucarero de la isla. EEUU,
habían intentado previamente, sin éxito, comprar la isla España. Fue el
estallido en el puerto de La Habana, del acorazado Maine (en extrañas
circunstancias) lo que le dio el pretexto para
entrar en guerra contra España. La flota española era aniquilada en
Santiago de Cuba mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.
Las Filipinas: sobre todo desde el SXIX, con la perdida de las colonias
americanas, España había puesto renovadas esperanzas en las Filipinas, donde la
explotación de tabaco y azúcar era importante económicamente. Cuando los
norteamericanos declararon la guerra a España en Cuba (1898), también se
presentaron a los filipinos como sus libertadores y la flota española acabó
sucumbiendo como lo había hecho en el Caribe.
El Tratado de París y la liquidación de las últimas colonias: en dicho tratado, EEUU impuso a
España sus condiciones:
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España perdía
Cuba, que fue ocupada de modo provisional por EEUU.
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Cedía a EEUU,
Puerto Rico, Guam y las Filipinas.
España solo conservaba Marianas, Carolinas y
Palaos, que fueron vendidas poco después a Alemania.
- Consecuencias
ideológicas: Las pérdidas territoriales provocaron
un gran impacto en la opinión pública. Los intelectuales explicaban este hecho
por la decadencia de España debido al abandono de los valores tradicionales.
Esta realidad tuvo su expresión más clara en la Generación del 98, marcada por
un profundo pesimismo (Miguel de Unamuni, Maeztu…). Nació además el
regeneracionismo, que explicaba la situación de decadencia española por el ineficiente sistema de la Restauración,
basado en la oligarquía y el caciquismo (su máximo representante fue Joaquín Costa).
- Económicas: la pérdida del aprovisionamiento de
materias primas baratas como el tabaco y el azúcar y de los mercados
coloniales. Como nota positiva se repatriaron a España muchos capitales situados
en América, lo que permitió
un gran desarrollo de la banca española.
- Políticas: España perdía del todo, el escaso
peso internacional que ya tenía y se inició por ello, para compensar estas
pérdidas, la penetración en Marruecos. Además, los nuevos líderes de los
partidos dinásticos, Maura y Silvela (conservadores) y Canalejas (liberal),
terminaron por asumir algunas propuestas regeneracionistas, que en lo esencial
tampoco ponían en cuestión el sistema.
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